Neatso, Airbnb, Heal: ¿quién gana o pierde?

Sergio VillaltaSergio Villalta

Por: Sergio Villata

Neatso es el Uber de la limpieza de casas. Las personas que ofrecen servicios de limpieza se conectan por medio de Neatso, con los individuos que necesitan de esta clase de servicios.

Gracias a esta “app” encontrar a alguien que limpie una alfombra, un sótano o lo que sea, toma unos pocos minutos, es más seguro y mucho más económico.

Heal es el Uber de los médicos, donde un profesional en medicina le hará a usted una visita a domicilio. Heal sirve, al igual que Uber, para que se conecten dos personas (un oferente y un demandante) directamente.

Antes que llegue el doctor a su casa, usted tendrá un perfil de ese médico, sabrá la calificación que le han otorgado los anteriores pacientes y tendrá el costo total de la visita en la pantalla de su teléfono. Todo termina siendo más rápido, sencillo y menos costoso.

Bankmobile es el Uber de los bancos. Aquí todas las transacciones se hacen en la “nube”. Y debido a que el banco no tiene sucursales físicas, puede darse el lujo de no cobrarle comisiones a sus clientes por el uso de tarjetas, por algún sobregiro o por transferencias entre cuentas.

En Bankmobile no existen balances mínimos, ni transacciones máximas, ni cargos por uso de cajeros automáticos. Abrir una cuenta bancaria toma menos de 7 minutos y para enviar cualquier documento (un cheque, un recibo, etc) se le toma una fotografía y se “sube” a la “nube” por medio del “app”.

Rendevu es el Uber de los servicios “escort” o servicios de acompañantes. Las personas se inscriben en la plataforma y el que busca a un trabajador del sexo encontrará a un oferente.

Igual que en los demás casos los pagos se hacen de manera virtual y los usuarios (oferentes o demandantes) gozan de un mayor nivel de seguridad.

Los oferentes de “sexo” no tienen que recorrer las calles esperando en las noches a sus clientes, por lo que evitan toda clase de peligros. Y gracias al Redenvu ambos (oferentes o demandantes), saben quién llegará a su casa o quién será su anfitrión y cuál es su historial basado en las calificaciones del resto de los usuarios.

Airbnb es el Uber de los hoteles. Es un acrónimo de “bed and breakfast”. (cama y desayuno) Funciona en 192 países y 33.000 ciudades. Igual que los anteriores ejemplos, dos personas se contactan por medio de un “app” y satisfacen una necesidad mutua.

En este caso el alquiler de una habitación, un apartamento o una casa, por una noche, una semana o lo que ambos pacten. Y ambas partes conocen el precio y el historial del otro.

I. ¿Qué tienen en común todas estas innovaciones?

Antes que surgiera Uber existían en muchas ciudades las licencias de taxi, bueno la verdad todavía siguen existiendo en muchos lugares.

El punto es que existían, o siguen existiendo, barreras que impedían la entrada en el mercado de transporte a cualquier otro que no tuviera dicha licencia.

¿Cuál era el efecto de impedir la entrada de más competidores? Que esto formaba grupos que obtenían rentas a través de la explotación de un mercado cautivo; popularmente se les llama a estos sujetos como “rent seekers” o buscadores de rentas.

En consecuencia, un pequeño grupo era privilegiado por el Gobierno y obtenía de manera “legítima” un ingreso asegurado (una renta) por la falta de competencia y a expensas de los demás.

Y a falta de competencia se le obligaba a los consumidores a interactuar con otro, que en condiciones propias de un mercado libre, no lo harían.

Al no ser voluntaria la interacción entre las partes, sino que por el contrario, se obliga a una de esas partes a relacionarse con otra, es imposible estimar que ambas ganen.

¿Y cuál es el problema con los “rent seekers”? Que precisamente por no ser voluntaria la relación entre las partes ocurre una mala asignación de recursos. Esto es muy evidente en el caso de Uber, Lyft y Cabify, sin embargo, ocurre algo similar con otros ejemplos.

¿Qué hacen Amazon o Ebay?¿Acaso no hacen lo mismo que Uber?

Ambas siguen el mismo modelo, ponen en contacto directo a un oferente y a un demandante. En el caso de Amazon o Ebay el productor le puede vender directamente a su consumidor y no necesita licencia comercial, permiso del alcalde de su ciudad o de un ministerio de la capital para convertirse en un competidor más y entrar en el mercado.

II. El “gig economy”

Se ha popularizado en los E.E.U.U. llamarle a la economía “colaborativa” con la frase de “gig economy”. Lo cual no es más que una manera un tanto snob de describir lo que siempre ha existido a menor escala.

Es decir, siempre han existido contratistas independientes que buscan a sus clientes por su cuenta. Antes solo podían hacerlo a través de la guía telefónica de su ciudad, ahora lo hacen por medio de una “app” las 24 horas del día, los siete días de la semana y en la ciudad o país que desean.

Contrario a lo que se pueda pensar las amenazas y ataques contra la “gig economy” no provienen de los grupos de interés o de los “rent seekers” (buscadores de rentas)

La mayor amenaza proviene de los políticos socialistas que acusan a estos modelos de negocios como Heal, Cabify, Neatso, etc. de violar los “derechos de los trabajadores”, las “garantías laborales”, los “derechos sociales” y demás regulaciones.

Sin embargo, esto no es más que la punta del iceberg, los políticos estatistas no tienen en mente el bienestar de los consumidores o de los trabajadores, sino que buscan su propio beneficio.

Porque la innovación de la “gig economy” no es meramente tecnológica; si bien es cierto que hay un aspecto de innovación en la tecnología que permite a Heal y a Uber existir, esto no es lo realmente novedoso.

Lo verdaderamente nuevo es que estas plataformas virtuales como Airbnb o Ebay eliminan al intermediario privado y reducen el poder del gobierno.

Robert Tracinski lo explica muy bien:

“Silicon Valley está transformando la economía al conectar a los productores de bienes y servicios de la forma más directa posible con sus clientes, y al eliminar a los brokers y a los sub-minoristas y a las varias capas de mandos intermedios que hay en el camino. Para ser más exactos, lo que están haciendo es automatizar al intermediario. El intermediario digital no es un agente o un vendedor o un detallista que se lleva su parte de la transacción. Es un sitio web, una aplicación, o un puñado de algoritmos en un servidor en algún lugar, que funcionan de forma mucho más barata y más eficiente, pudiendo ofrecer mejores resultados al llevarse un porcentaje mucho menor de lo recaudado.”

III. ¿Quién pierde?

Al conectar a los productores de manera directa con sus consumidores no solo se elimina al intermediario privado, sino que también se elimina el poder del Gobierno en decidir quién sí y quién no entrará a ese mercado, sea de transporte, de servicios médicos o de hoteles.

Sin el poder de controlar quién será un productor “oficial” avalado por el Gobierno y su maquinaria de burócratas, licencias y permisos, esto reduce el poder del Leviatán en regular, gravar y controlar la “economía” de un país.

Es decir, se le reduce al Gobierno el poder de regular a los ciudadanos, porque en última instancia son las personas las que compran, venden, producen o consumen.

Ciertamente los “rent seekers” son una amenaza a la “gig economy”, pero el peligro mortal de esta nueva forma de producir y consumir proviene de los gobernantes, puesto que cada día verán como pierden más y más poder.

Y sin los intermediarios deberían desaparecer también un ejercito de reguladores, inspectores, investigadores y vigilantes del gobierno local o nacional. Burócratas que no tendrán a ningún intermediario que inspeccionar, regular, controlar ni vigilar.

También al desaparecer cada vez más los buscadores de rentas (rent seekers), porque gracias a la “gig economy”, cualquiera puede entrar a competir sin pedirle permiso al burócrata de turno; en esencia está desapareciendo (en cámara lenta) también el poder del gobernante.

IV. ¿Quién gana?

¿Permanecerá el gobernante de brazos cruzados mientras mira como su poder se desvanece cada día? Jaime Narbon nos explica de manera sencilla lo que el premio Nobel James M. Buchanan nos advertía hace décadas:

“(…) un estudio de elección pública (Public Choice) deja claro que el Estado, los políticos y entes regulatorios velan por su propio interés, y que las acciones reguladoras en realidad responden a intereses particulares, específicamente los de las empresas buscadoras de rentas y aquellas que realizan Lobby para beneficios políticos en futuras elecciones.”

Más o menos el argumento es que el “mercado falla” y que es necesario que el gobernante regule y controle los “mercados”. Se nos dice que nada puede quedar “por la libre”, porque seríamos presas de intereses privados.

Sin embargo, el gobernante – junto con el gigantesco aparato de burócratas -, velan por su propio interés y de aquellos que buscan rentas o mercados cautivos; los cuales se convierten en fuente de recursos para mantenerse en el poder.

Esto se hace cada día más evidente cuando observamos que – gracias al cabildeo de algunos hoteleros en consonancia con los gobernantes de turno -, se libra una guerra a muerte contra Airbnb en ciertas ciudades (en Barcelona).

O por ejemplo, cuando observamos como en muchos países de América Latina se persigue a los usuarios de Uber como si fueran peligrosos criminales.

Si algo queda claro con Uber, Heal, Ebay y Airbnb es que no necesitamos de un “hermano mayor” y que los mercados pueden autorregularse sin necesidad de un ejército de burócratas y sin la maraña de regulaciones absurdas que encarecen todo.

Las opciones están claramente delimitadas: ¿debemos volver al pasado y nos estancamos con una regulación vertical, burocrática, centralizada y lenta? o ¿debemos mirar al futuro y le abrimos las puertas a la autorregulación, descentralizada, dinámica y más eficiente que nos brindan los mercados y la libertad?

Con la primera opción gana la violencia institucionalizada – el Gobierno -, y su infernal aparato de represión y control. Con la segunda opción, gana el individuo y conservamos los valores fundamentales de todo hombre: la libertad, la felicidad y la propiedad sobre nuestra mente y cuerpo.

Craig Biddle nos recuerda que:

“Cada individuo es un fin en sí mismo, no un medio para los fines de otros; por lo tanto, él tiene un derecho moral a actuar según su propio criterio, a vivir para sí mismo, y a perseguir su propia felicidad; sin sacrificarse a otros y sin sacrificar a otros a él, ni ser sacrificado a otros para algún supuesto bien mayor.”

Siempre escoger la libertad es lo moralmente correcto. Ya que cada hombre es un individuo con su propia mente y cuerpo – la vida y la libertad del hombre son los valores morales más altos. No entenderlo es volver al pasado.