¿Son necesarias las etiquetas de “valor nutricional”?

Sergio VillaltaCosta Rica, Libertad económica, Libertad individual, Libre albedrío, Libre comercio

Por Sergio Villalta

El Ministerio de Salud derogó la exigencia de colocar etiquetas de “valor nutricional” en los alimentos. De modo que no será necesario estampar en un producto importado la leyenda de “alto contenido de azúcar ” o “alto contenido de sal”, etc. (ver noticia aquí)

Sin embargo, el ministerio adujo razones técnicas, ya que la legislación nacional no obliga a estampar esas leyendas. Parece que el ministerio no tiene objeciones de fondo en cuanto al uso de estas etiquetas.

Los argumentos a favor de este tipo de leyendas se centran principalmente en que los alimentos con “alto contenido” de grasas saturadas, sal o azúcar son nocivos para la salud y causan enfermedades crónicas.

¿Consumo o abuso?

Existe la equivocada tendencia a creer que el consumo, no el abuso, de esta clase de alimentos produce obesidad y otras enfermedades.

Pero la obesidad y las demás enfermedades no son causadas solamente por el abuso en el consumo de azúcar, grasa, sal, carne, etc. El abuso de muchos otros alimentos también pueden causar las mismas u otras enfermedades.

De manera intencional se confunde el consumo con el abuso. Es notorio el esfuerzo para hacernos creer que el consumo de azúcar, sal, carne, etc. genera problemas en la salud, pero esto es un razonamiento incorrecto.

Porque una cosa es el consumo de azúcar y otra cosa diferente es el abuso en la ingesta de azúcar. Que un producto contenga un “alto contenido de azúcar” no lo convierte en un producto nocivo para la salud.

Incluso si el “alto contenido de azúcar” fuese algo que pudiese definirse de manera objetiva, esto no convierte al producto en algo insalubre. Lo mismo se puede decir de la sal o la grasa saturada.

Lo que produce esta confusa leyenda de “alto contenido de azúcar (sal)(grasas)”, es que estigmatiza de manera injusta algunos productos, como los confituras, los helados, los chocolates, los turrones, la goma de mascar, etc.

El costo por las enfermedades crónicas

También se argumenta que el consumo de azúcar, sal, grasa, carne, etc. son la causa de que la persona eventualmente se enferme al cabo de los años. Entonces, el enfermo tendrá que recurrir al cuidado del sistema de medicina estatal. Esto conduce a que los costos de tratar esas enfermedades sean asumidos por el resto de los personas.

Sin embargo, lejos de ser esto una razón para apoyar la satanización del azúcar, la sal, las grasas, la carne, etc. sería una razón muy poderosa para crear un verdadero sistema de seguros médicos individuales.

De esta forma el costo por la obesidad o el alcoholismo de un individuo sería asumido por la persona que toma el seguro, cuando deba pagar primas más altas en razón de su estilo de vida.

Tal costo no sería trasladado al resto de la sociedad, como sí ocurre ahora, cuando los gastos por la obesidad, el tabaquismo, el alcoholismo, etc. están socializados y la responsabilidad individual es nula.

Salud y alimentación

Todos deseamos que las personas gocen de salud y que hayan menos enfermedades crónicas. Por supuesto es deseable que los niños tengan una alimentación nutritiva. Pero, no es mediante la creación de una mala fama a ciertos productos importados que se puede lograr este objetivo y menos mediante el aumento de impuestos.

Las personas son dueñas de su cuerpo y mente, en consecuencia, dueñas de lo que producen y libres de consumir todo aquello que no se haya prohibido mediante una ley justa.

No se debe colocar a los adultos en el papel de niños y el Gobierno no debe jugar el rol de un padre de familia.

¿Cuál es la mejor forma de promover el bienestar?

Somos libres, por lo tanto, cada hombre selecciona aquellos valores por los cuales quiere vivir y es responsable por sus acciones.

El mercado, la familia y el resto de organizaciones civiles son los únicos que pueden modificar de manera voluntaria y permanente los hábitos y costumbres alimentarias.

Todo intento de hacernos marionetas, de estigmatizar ciertos productos, de obligarnos o inducirnos a no consumir algo mediante una ley, con la única justificación de que es por “nuestro bienestar”, termina generando efectos indeseables y eventualmente nos conduce a la jaula totalitaria.

La mejor forma de promover el bienestar de todos los individuos y las familias es recurriendo a las formas voluntarias, no mediante el desdoro de un producto. Los adultos tenemos el derecho y la responsabilidad de decidir sobre nuestras vidas y en una sociedad libre no tenemos tutores, ni amos, ni dueños.