La educación costarricense reprobó en los últimos resultados (del 2018) de las pruebas PISA (siglas en inglés del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes), que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) realiza cada tres años en Matemáticas, Ciencias y Lectura. En nuestro país, los promedios van en descenso y muy por debajo del promedio internacional.
El problema no es de recursos porque en los últimos 12 años, el presupuesto en educación se ha cuadruplicado; en el 2007, el presupuesto era de ₡679.659 millones y en el 2019 llegó a ₡2.6 billones.
El problema reside en que tenemos un esquema educativo donde impera la planificación centralizada donde el burócrata decide años de estudio, materias, contenidos de las materias y criterios para reconocer docentes. Solo la libre competencia garantiza el uso eficiente de los recursos y la educación no es excepción.
En el caso de la educación, es necesario reflexionar sobre la distinción entre proveer un servicio y limitarse a financiarlo. Una cosa es que el gobierno administre centros educativos y otra es que se limite a transferir recursos directamente a los estudiantes de escasos recursos con el fin de que estos lo inviertan en el centro educativo de su predilección, sea público o privado. Esto se conoce como el sistema de cupones educativos propuesto por Milton Friedman en 1955 y que ha sido todo un éxito en donde se ha aplicado.