Sobre seguridad alimentaria y otras falacias mercantilistas

Andrés Ignacio PozueloAndrés Pozuelo

Siempre que se plantea una problemática global, o sea que nos interesa a todos los habitantes de este convulsionado planeta, sale a relucir un vocablo o término con el que se pretende dar luz al objetivo final del análisis y debate sobre el tema. Un término o concepto que es recurrente en la política nos llega bajo el término de SEGURIDAD ALIMENTARIA. De primera entrada nos llama la atención; tendrá que ver con bioterrorismo, o buenas prácticas de manufactura, o tal vez sistemas de almacenamiento seguros, o bancos alimentarios, o proteccionismo agrícola. En realidad, la respuesta es: ninguna de las opciones anteriores.

Para tratar de aclarar el tema, creo conveniente presentar la definición aceptada por la FAO, órgano adjunto a la ONU y máxima autoridad -auto proclamado- en el tema alimentario. Seguridad alimentaria es: “cuando toda la gente tiene siempre acceso físico y económico a alimento suficiente, seguro y nutritivo para satisfacer sus necesidades y preferencias alimentarías para una vida activa y saludable”.

Nótese de inmediato el uso de las palabras económico, necesidades y preferencias. También podemos obviar la necesidad de preocuparnos por el sustento de las personas involucradas en la producción de los alimentos, dado que la definición va más allá que las necesidades de grupos económicos y definitivamente no enmarca la necesidad de optar por medidas de guerra para lograr autosuficiencia en la producción en prejuicio del empobrecimiento de la población.

Aunque no es tan obvio en esta definición, queda claro que no puede existir la llamada seguridad alimentaria mientras haya pobreza extrema, dado que la población no podrá acceder a las calorías y proteínas necesarias para una adecuada nutrición. Este hecho pone gran peso al factor precio, en la oferta de estos alimentos y en los mecanismos para lograr que estos lleguen a los estómagos de la forma más pronta, salubre, y económicamente posible; pero, además, que estos sean debidamente transformados para facilitar la digestión.

Si esto es cierto, es inconcebible que sigan existiendo grupos económicos irresponsables que se oponen a la total apertura arancelaria de todos los alimentos. Y la respuesta es igualmente obvia, simplemente estos grupos solo están pensando en sus propios estómagos y quieren a base de influencia y presión política privar a la población de su derecho de buscar la opción más económica para alimentar a sus familias.  Un argumento nacionalista común es que si por culpa de la apertura desaparece la industria local, dependeremos de otros países para garantizarle comida al pueblo. El argumento es absurdo dado que a los consumidores les es totalmente indiferente la nacionalidad de los productores de los alimentos que compran. Las campañas “compre y use lo que el país produce” ha sido una de esas frases especiosas, muy populares. Pero si bien es cierto que este tipo de proteccionismo basado en campañas que apelan a la voluntad y no a la fuerza, es menos detestable que los subsidios, aranceles y cuotas, también es cierto que es sustentado por el mismo analfabetismo económico (Stewart: 2005).

Si en lugar de retroceder a políticas arcaicas, nos concentráramos en imitar a países como Nueva Zelanda y Chile, que por medio de la apertura y eliminación de los subsidios, han generado un ambiente de innovación, cooperación y eficiencia, al haber logrado que esta apertura penetre en todos los ámbitos económicos y sociales de estos países. Podríamos generar en nuestro país un ambiente donde todos los agentes involucrados en la producción y diseminación del conocimiento dejen de ser meros espectadores de las nuevas tecnologías y más bien se conviertan en creadores ellos mismos.

No es mejor exportar que importar:

Es inconveniente que a estas alturas existan economistas y empresarios que sigan con la idea de que exportar es mejor que importar. De hecho, palabras como exportación e importación, son palabras obsoletas que deben ser sustituidas por, comercio y transacciones libres.

La idea de que hay que proteger a las exportaciones castigando a las importaciones por medio de aranceles o intervenciones monetarias, es una idea digna de ignorantes del siglo pasado.

Un negocio marginal que no puede adaptarse a las fluctuaciones del valor de las monedas, que varían según la productividad interna, es un negocio que debe desaparecer para liberar recursos utilizables en otras actividades de mayor valor agregado.

Seguridad si, protección no:

La seguridad de cualquier cosa depende de la capacidad para agregar valor e intercambiar de cada país.

Pero si los alimentos que, son materias primas a la vez, son protegidos y caros, la capacidad de agregar valor es nula.

Los antibióticos y las medicinas son tan importantes, o más, que muchos alimentos y, por eso, se procura mantener los mercados abiertos para que no exista escasez de medicamentos en los mercados. Nadie habla de proteger las medicinas para aumentar una ilusoria seguridad médica.

Por ejemplo, en los años 70s se protegía a los zapateros y el 30% de la gente andaba descalza y propensa a todo tipo de enfermedades. Se liberó el mercado de zapatos y hoy en día es raro ver a la gente descalza. La seguridad zapatera aumentó a liberar el mercado de zapatos.