La evidencia demuestra que conforme crece el gasto público (y por ende los impuestos), cae la tasa de crecimiento, aumenta la tasa de desempleo y se reduce el crecimiento de los salarios.
Por: José Joaquín Fernández.
Según el informe, Paying Taxes 2020 del Banco Mundial, Costa Rica tiene una de las cargas tributarias más altas del mundo: 58.3%. La situación es peor aún si tomamos en cuenta que esta cifra no incluye el aumento de la carga tributaria que significó el Plan Fiscal aprobado en diciembre del 2018.
La tasa corresponde a lo que el Banco Mundial llama Carga Tributaria y Contribuciones Total (TTCR por sus siglas en inglés) que mide el porcentaje de los tributos como porcentaje de las ganancias. La tendencia mundial muestra una caída importante del TTCR desde el 2004, año en que se hizo el primer informe de Paying Taxes.
La carga tributaria de Costa Rica está muy por encima del promedio de la Unión Europea, de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y del promedio mundial.
| País o Región | Carga Tributaria y de Contribución Total (TTCR) | Horas dedicadas para cumplir |
| Singapur | 21 | 64 |
| Hong Kong | 21,9 | 34 |
| Canadá | 24,5 | 131 |
| Suiza | 28,8 | 63 |
| EE.UU. | 36,6 | 175 |
| Unión Europea -Promedio | 39,0 | 161 |
| OCDE | 40,4 | 161 |
| Mundial -promedio | 40,5 | 234 |
| Suecia | 49,1 | 122 |
| Costa Rica | 58.3 | 151 |
Muchos creen que los impuestos es el precio que hay que pagar por el desarrollo económico y social. Sin embargo, tanto la teoría como la evidencia empírica demuestran lo contrario: Los impuestos desaceleran el desarrollo.
Desde el punto de vista empresarial, cualquier impuesto, sea el que sea, se traduce en aumento de los costos de producción. Esto disminuye la competitividad y, como consecuencia, se reducen los niveles de inversión y las tasas de crecimiento de la economía. Cuando un empresario invierte, lo hace tanto en capital físico como en capital humano (empleo). Es decir, la generación de empleo es consecuencia directa de la inversión. Si se desincentiva la inversión, se desacelera la generación de empleo. Al disminuir la demanda de empleo, los salarios crecen a un ritmo menor.
Por otra parte, desde el punto de vista del asalariado, cuando a este le suben los impuestos significa que ahora podrá comprar menos bienes y servicios que antes. En la jerga del economista, el aumento de los impuestos se traduce en una disminución del ingreso disponible del asalariado y, por tanto, significa un empobrecimiento inequívoco para él.
Algunos argumentan que el gobierno nos devuelve los impuestos en forma de bienes y servicios y que esto compensa las pérdidas mencionadas anteriormente. ¡Esto es falaz!
Según la corriente en Economía del public choice, los gobiernos son ineficientes e ineficaces per se. Esto se debe, entre otras cosas, a que el burócrata no es un ángel que busca el bien común, sino un ser humano que como cualquiera cuya prioridad es su propio bienestar. Es decir, el gasto público no es capaz de mejorar los indicadores económicos ni sociales porque no es la prioridad del burócrata. Además, el sector público no opera bajo libre competencia. Esto significa que el gobierno siempre producirá cualquier bien o servicio mucho más caro que los producidos en un mercado donde impere la libre competencia. Es decir, cobrar impuestos para poner al gobierno a producir bienes y servicios resultará, sin lugar a duda, en un aumento en el costo de la vida y en un desperdicio de recursos que se traducirá en menos crecimiento, menos inversión y menos empleo.
Como bien decía el Premio Nobel en Economía, James Buchanan, en su obra Democracy in Deficit: The Political Legacy of Lord Keynes; “Los recursos utilizados por el gobierno son menos productivos que los recursos utilizados por el sector privado, un traslado a un sector público cada vez más grande reduce la productividad general en la economía”. El gobierno solo puede crecer a costa de la reducción del sector productivo. Es decir, más gobierno implica menos recursos para el sector productivo. Dada la ineficiencia del gobierno, un mayor gasto público implica menor crecimiento económico.
Otros argumentan que la razón de ser de los impuestos y el gasto público no es la eficiencia porque su objetivo es social. Esto es otro cuento de los políticos; otro discurso demagógico. El gasto público en Costa Rica representa aproximadamente un 30% de la producción nacional (PIB). Para aliviar toda la pobreza en Costa Rica se requiere menos del 2% del PIB. En otras palabras, el gasto público representa 15 veces más de lo necesario para acabar, no aliviar, con toda la pobreza y, sin embargo, ningún gobierno lo hace. Para lograr cualquier objetivo social, los recursos públicos disponibles bastan y sobran. Bien podríamos recortar el gasto público en 66% y aún tendríamos suficientes recursos para acabar con la pobreza.
En general, los impuestos no contribuyen al bienestar porque son coercitivos. Muchos dicen que estarían dispuestos a pagar los impuestos de buena gana si sintieran que el Estado hiciera buen uso de estos. Esto es contradicción de términos. La coerción no es necesario si sentimos que estamos ganando en la transacción. Si el Estado proveyera bienes y servicios valorados por la sociedad, no tendrían que cobrar por ellos de manera coercitiva. Es la diferencia entre un ladrón que me asalta argumentando que lo hace para beneficiar a los pobres y la contribución voluntaria que hago a una asociación de beneficencia.
En resumen, los impuestos desaceleran el crecimiento económico, disminuyen los niveles de inversión, aumentan el desempleo, empobrecen a los trabajadores y aumentan el costo de la vida.
Lea: El gobierno es ineficiente e ineficaz per se
Evidencia empírica e histórica sobre el impacto negativo de mayores impuestos y el aumento del gasto público
La afirmación de que el aumento del gasto público perjudica el desarrollo económico y social no es solo teoría, sino que está respaldado por evidencia empírica y por la historia de manera abrumadora.
Uno de los tantos estudios es “The Size and Functions of Government and Economic Growth”, donde muestran cifras comparativas que van desde 1960 hasta 1996 para los países miembros de la OCDE. Este es un periodo ideal para medir el impacto del gasto público sobre el crecimiento porque fue un periodo de rápida expansión del Estado del Bienestar. El estudio concluye que existe una relación negativa entre crecimiento del gasto público como porcentaje de la producción nacional y las tasas de crecimiento de la economía.
Mientras que los países crecen a tasas promedios del 6% con un gasto público inferior a 25% como porcentaje de su producción, las tasas de crecimiento se reducen a un promedio del 1.6% anual cuando el gasto público excede el 60%. No solamente se reducen las tasas de crecimiento, sino que también aumenta el desempleo y se reduce la productividad.
Un mito en defensa de mayores impuestos y del Estado del Bienestar proviene de la falsa creencia de que algunos países, como los nórdicos, se desarrollaron gracias al Estado Benefactor. La verdad es que todos los países que hoy son desarrollados lo hicieron gracias a políticas de libertad económica y se estancaron a partir de la década de 1970 luego de aplicar políticas propias del Estado Benefactor.
Mucha gente habla de Suecia como ejemplo a imitar. Este país era pobre a inicios del siglo XIX. Sin embargo, empezó a crecer desde finales del siglo XIX y se convirtió en uno de los países más ricos del mundo con libre comercio, gobierno pequeño con bajos y pocos impuestos. Para finales de la primera mitad del siglo XX, gracias a la libertad económica, Suecia ocupaba la posición número 4 dentro de los países más ricos del mundo. A partir de la década de 1950, Suecia adopta es Estado Benefactor y con ello cayó a la posición 14 en la lista de los países más ricos del mundo.
El Estado Benefactor sueco entró en una crisis profunda para finales de la década de 1980 que los obligó a privatizar todas las empresas públicas, reducir el gasto público de manera significativa (20% del PIB), a introducir sistema de precios en su sistema de pensiones y a introducir competencia en todos los mercados incluyendo su sistema educativo con el sistema de cupones.
Por otra parte, en el libro Public Spending in the 20th Century los autores concluyen que aquellos países que apostaron a las políticas del Estado Benefactor no experimentaron mejoras en sus indicadores sociales en contraste con aquellos países que no aplicaron dichas políticas. Sin embargo, concluyen los autores del libro, el Estado Benefactor se tradujo en menores tasas de crecimiento, mayores tasas de desempleo y en una desaceleración del crecimiento de los salarios y, por tanto, recomiendan reducir el gasto público, como porcentaje de la producción nacional, a niveles anteriores de 1960, es decir, previos al Estado Benefactor.
El libro Public Spending in the 20th Century es un estudio mundial sobre el impacto del gasto público que empieza en las últimas décadas del siglo XIX y termina en el año 2000.
Por otra parte, con la caída del muro de Berlín en 1989 y el desplome del imperio de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) debió quedar claro que ni el gasto público, ni la planificación centralizada, son instrumentos que promueven el desarrollo económico o social.
Lea: La caída del muro de Berlín y el fracaso del socialismo
Por último, y no por eso menos importante, los impuestos restringen la libertad individual. Ser libre significa disponer del 100% de nuestro ingreso, de nuestra vida y de nuestra propiedad. Por tal razón los impuestos deben ser mínimos, sino nulos. El gobierno debe abandonar la ética del delincuente, a saber, el querer disponer, a la fuerza, de nuestro ingreso y nuestra propiedad por medio de impuestos.
Lea: ¿Es ético el cobro de impuestos?
Por las razones expuestas, debemos reducir de manera significativa los impuestos y el gasto público como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB).


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