Señor Presidente de la República
Excelentísimo Rodrigo Chaves
Señor Presidente:
Un pensador mucho más sabio que usted o yo (Milton Friedman) dijo: copien lo que los países ricos hicieron para hacerse ricos; no copien lo que están haciendo ahora, que ya son ricos.”
Para países como Costa Rica, el fin de los imperios coloniales no significó el fin de la atención a Europa. En absoluto. Sólo se desplazó el foco de atención de los latinoamericanos de los españoles a los británicos y franceses, considerados especialmente progresistas. A partir de entonces, esta Europa progresista fue considerada durante unos cientos de años como un modelo y un polo de desarrollo, tanto económico como cultural. Las élites criollas viajaban a Europa, especialmente a París. En las escuelas se enseñaba la antigüedad clásica y la historia de Europa. En el arte y la literatura, la imitación adoptó a veces formas curiosas. La imitación de modelos del Viejo Mundo, sin embargo, encontró ya en esta época muchas críticas, que exigían una reflexión sobre lo propio y una reorientación hacia las preocupaciones y realidades de América Latina.
Aún hoy en día, los políticos e intelectuales latinoamericanos siguen viendo a Europa cómo un modelo a imitar; aun teniendo en cuenta que, la intervención estatal en Europa ha sido la causante de tremendas matanzas durante los últimos dos siglos y que los periodos de alto desarrollo económico solo se han dado durante los periodos de paz, bajo esquemas de extensa libertad económica: – con impuestos bajos y muy poca regulación.
La riqueza que hoy en día – de manera infructuosa – se procura redistribuir en Europa, es la riqueza creada por miles de empresarios innovadores que aprovecharon la libertad y conocimiento acumulado durante siglos y que hoy en día los políticos y burócratas irresponsables derrochan a manos llenas. La decadencia que la intervención estatal está causando en Europa, se ve reflejada en los bajos índices de natalidad, el desempleo crónico, y la inmigración descontrolada.
Aún con esta realidad, es desconcertante que los latinoamericanos nos dejemos influenciar por instituciones burocráticas como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la comisión europea y otras – manejadas por burócratas que no tributan ellos mismos – pero que esto no les impide impulsar que los ciudadanos de los países en desarrollo se empobrezcan con altas cargas tributarias y regulación mercantilista.
No es mi intención con esta carta, señor Presidente, darle lecciones de historia, pero si me gustaría provocar una reflexión suya, para que, reconsidere el error que su gobierno está cometiendo al enviar a la corriente legislativa un proyecto tributario de corte europeo, que no se ajusta a las necesidades de un país que aún no ha generado la riqueza necesaria para hacerle frente a semejante expoliación.
Con esto en mente, me permito generar una disonancia cognitiva en forma de comentario y pregunta a la vez:
Si la evidencia empírica nos dice que la inversión privada es la que mueve la economía y que sin incentivos para invertir el país se descapitalizará y la pobreza aumentará, como ha pasado en todo Latinoamérica, ¿cómo es que las acciones del gobierno con el nuevo proyecto fiscal, motivarán a los empresarios a invertir y dar empleo?
A no ser que lo que estén buscando es, simplemente, una manera más equitativa de redistribuir pobreza.
Si este es el propósito, pido disculpas; y los felicito, porque van por buen camino. Pero si por el contrario, existe una verdadera intención por parte de su gobierno, de generar un cambio real, que permita a todo aquel que quiera prosperar, lo pueda hacer, libre de barreras de entrada regulatorias y de impuestos depredadores; lo invito a explorar la idea de un flat tax bajo (máximo 15%) y la eliminación o reducción de muchos impuestos directos e indirectos que están estrangulando a los empresarios.
Lea: El Flat Tax: la reforma tributaria que necesitamos
Sin más que decir al respecto, me despido con una frase de otro gran pensador:
“El gobierno no puede enriquecer al hombre, pero puede empobrecerlo” – Ludwig von Mises.
Atentamente,
Andrés I. Pozuelo Arce.
