Todo monopolio creado por ley, esté donde esté, genera una pérdida del bienestar
Por: José Joaquín Fernández.
Se entiende por monopolio cuando en el mercado existe una sola empresa ofreciendo el bien o servicio. En el mundo es muy difícil, sino imposible, encontrar monopolios en mercados donde opera la libre competencia y no existen barreras de entrada a nuevos competidores. En la práctica, los monopolios que existen se deben a que fueron creados por el legislador que prohibió la participación de otros oferentes. Esto es una estulticia.
En cualquier libro de texto de Economía, sea de Microeconomía o Teoría de Precios, encontramos varios capítulos dedicados a la teoría del monopolio. En ellos vemos como toda restricción a la libre competencia perjudica el desarrollo económico y social porque encarece los productos, reduce los niveles de inversión, la calidad del producto es inferior y aumenta la tasa de desempleo. Esto se conoce como “pérdida del bienestar” que se puede cuantificar. Esta pérdida de bienestar es máxima bajo la situación extrema de monopolio. Lo mismo aplica para el caso de los monopsonios (un solo comprador).
Así como en Física se afirma que nada puede viajar más rápido que la luz, la Economía concluye que todo monopolio creado por ley genera una pérdida del bienestar, sin importar la industria en donde opere. Un legislador que no tenga este conocimiento básico no merece el cargo. Un legislador que, sabiendo esto, apruebe o defiende monopolios creados por ley, tampoco merece el cargo.
Por eso, es natural que los precios sean abusivos en los mercados donde hay monopolios como el caso de la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope), Fábrica Nacional de Licores, o el caso del monopsonio (un único demandante) que tiene el ICE en el mercado de la generación eléctrica. Cuando se restringe la libre competencia, sea con la creación de un monopolio creado por ley, o por un exceso de regulación, los precios son siempre más altos y, como consecuencia, se explota al consumidor y se pierde competitividad.
Por eso, desde hace muchísimo tiempo, existen legislaciones antimonopolio en casi todos los países desarrollados, como es el caso de los EEUU cuando aprobó la ley Sherman (Sherman Antitrust Act) en 1890.
Como corolario, la Economía concluye que, a mayor competencia, los precios son más bajos, hay más inversión, más crecimiento, menor desempleo, mayor calidad y más prosperidad. Además, cuanto más nos acerquemos a la libre competencia, los salarios y las ganancias tienden a ajustarse a su productividad. Todo esto es sano y justo. Los costarricenses nos hemos visto beneficiados con la apertura parcial del mercado de las telecomunicaciones y de igual manera nos veremos beneficiados con el rompimiento de los demás monopolios, y del monopsonio, creados por ley.
La libre competencia es el único mecanismo para garantizar precios bajos. Cuando esta existe, a ninguna empresa le conviene abusar de los precios porque inmediatamente verá reducida sus ventas y su participación en el mercado en favor de la competencia. Solo la libre competencia promueve la eficiencia y el ahorro de los recursos porque, dado que la competencia impide abusar de los precios, la única manera de aumentar las ganancias es siendo eficiente y reduciendo costos sin sacrificar calidad. Solo la libre competencia podrá proteger al consumidor costarricense de los abusos de las convenciones colectivas.
La libre competencia siempre ha sido buena y promueve el bien común. No solo promueve la eficiencia en el uso de los recursos, sino también la justicia porque favorece y premia al innovador, al emprendedor, al visionario, al que trabaja mejor, al que invierte sanamente para satisfacer las necesidades de la gente, etc. ¡Esto es sano y bueno! La libre competencia también promueve la equidad porque incentiva al emprendedor, a la hora de contratar personal, a no discriminar por género, color de piel, credo o nacionalidad. Aquel que discrimine, verá reducida sus ganancias y su participación en el mercado.
Por eso, cada vez que se regula un mercado debe hacerse con cuidado porque la regulación reduce el número de participantes en el mercado y con ello se reducen los beneficios de la libre competencia. El legislador debe tener en mente que los mercados se autoregulan en muchos aspectos haciendo la regulación, no solo innecesaria, sino hasta contraproducente.
Uno de los gravísimos problemas que tiene el costarricense es que discute política económica sin recurrir a la Economía. Es como hablar del cosmos sin recurrir a la Física, o hablar de salud sin mencionar lo que dice la Medicina. Esto lo vemos a la hora de discutir sobre la apertura de monopolios creados por ley.
Por otra parte, la Constitución Política de la República de Costa Rica prohíbe la existencia de monopolios en su artículo 46 que dice: “Son prohibidos los monopolios de carácter particular, y cualquier acto, aunque fuere originado en una ley, que amenace o restrinja la libertad de comercio, agricultura o industria. Es de interés público la acción del Estado encaminada a impedir toda práctica o tendencia monopolizadora”.
Además, el artículo 28 dice: “las acciones privadas que no dañen la moral o el orden público o que no perjudiquen a tercero, están fuera de la acción de la ley”.
Siguiendo el espíritu constitucional de estos dos artículos, los monopolios creados por ley como el de Recope, la Fábrica Nacional de Licores (Fanal), y Riteve deberían ser declarados inconstitucionales, al igual que el monopsonio que tiene el ICE en el mercado de la generación eléctrica. Las leyes que crean el sistema de taxis y a los colegios profesionales también deberían ser declaradas inconstitucionales.
En fin, ¡rompamos los monopolios creados por ley para crear riqueza y prosperidad!
