¿Ser o no ser? Una crítica al centrismo

Marco AlbertazziMarco Morales Albertazzi

Por Marco Albertazzi

En esta reflexión de un angustiado Hamlet que se debate entre la vida y la muerte y, según lo entiendo yo, entre el vivir con un propósito ––aún en medio de dificultad y conflictos–– y el de vivir sin un propósito y autocensurándose (algo casi como estar muerto en vida), ––quizá por no querer enfrentar el desafío que puede producir la incomodidad de tener una opinión clara respecto de cierto tema–, se refleja una lucha interna inherente a la condición humana.

Podríamos pensar –a manera de ejemplo–, entre ser liguista, herediano, saprissista o cartago o no serlo. O quizá, serlo sin que nadie más se entere (autocensura), por aquello de lo que se nos ha enseñado como un mantra de las buenas y largas relaciones, pero que resta enormemente al desarrollo de la tolerancia, de la comprensión y la empatía: “no hablar de religión, política o deporte es el camino correcto” (algo un tanto antidemocrático, por cierto). No obstante, hacerlo nos brinda la posibilidad de expresar ideas, de evaluar principios, resultados, de debatir, argumentar y descubrir en el proceso, otras ideas que quizá antes no habíamos considerado y que nos pueden llevar a encontrar una verdad aún más profunda que aquella que considerábamos absoluta.

A Margaret Thatcher, aquella insigne Dama de Hierro que dejó huella, no solamente en el Reino Unido sino en la historia mundial, se le atribuye la siguiente cita:

“Para mí, el pragmatismo no es suficiente, ni lo es esa palabra de moda “consenso”. Para mí el consenso es el proceso de abandonar las creencias, principios, valores y políticas en busca de algo en lo que nadie cree, pero que nadie objeta -el proceso de evitar los asuntos que tienen que ser resueltos, solamente porque uno no puede conseguir un acuerdo en cuando a por dónde resolverlos. ¿Qué gran causa hubiera sido peleada y ganada bajo la bandera de “Yo defiendo el consenso”?”

Por otra parte, las sagradas escrituras nos indican:

El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Mateo 12:30)

“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:15-16).

Algunos podrían tildar estas posiciones de “fundamentalismo”, “radicalismo”, “intransigencia”, “fanatismo” o “extremismo”, pero bien reza aquel dicho que dice: “al que no sabe para donde va, cualquier camino le sirve”. No obstante, el mayor acto de amor, requirió el sacrificio de un hombre en una cruel cruz, no sin antes haber sido torturado. Como sociedad, se ha perdido no solamente el compromiso con los ideales, sino que además se han perdido los ideales en sí mismos, siendo que hoy cada quien está atareado con su día a día y pierden la noción de la importancia de examinar sus propias convicciones y defender de manera decidida y activa esta filosofía de vida como un aporte que contribuya a moldear, nutrir y desarrollar la sociedad que realmente queremos.

La historia nos cuenta de héroes como un Martin Luther, William Wilberforce, Abraham Lincoln, Oskar Schindler, Martin Luther King Jr., Nelson Mandela y tantos otros que se han levantado como reformadores a defender sus ideales y sus principios, por ser estos correctos –aunque quizá no populares en sus generaciones–, con todos los riesgos que ello implicaba, provocando un gran impacto, dejando una huella y cimentando un legado que trascendería su época.

Claro, algunos tienen temor a definirse como “derecha” o “liberales” por temor a que los tilden de “ultra-derecha” o “derecha-extrema”, mientras que la izquierda (los socialistas, estatistas, comunistas, progresistas, globalistas) sí está bien definida y se siente orgullosa –como si uno pudiera en efecto enorgullecerse– de éstas nefastas, liberticidas, atropelladoras y empobrecedoras ideologías y sus agendas.  No obstante, nosotros, si podemos y debemos sentirnos orgullosos de promover aquellos valores y principios que han llevado históricamente, desarrollo, prosperidad, avance, libertad y cambios positivos al mundo.

En fin, en un contexto histórico como el que travesamos, en el cual todo es relativo, en donde muchas veces la gente no tiene el aplomo para defender aquello que profesan comprometiendo así sus convicciones y fundamentos, en donde la dignidad de la vida humana, la familia, la libertad de pensamiento, de expresión y de empresa, depende de la conveniencia y en donde las prácticas atropelladoras y abusivas de la izquierda, han ido ganando terreno porque no ha habido, sino hasta ahora, gente con el carácter, la valentía y la fuerza para levantarse y hacer una resistencia firme y decidida de forma tal que todas estas nefastas agendas e ideologías que han venido permeando sean confrontadas con la verdad y expuestas a una sociedad cada vez más atenta.

Entendamos que no podemos servir al cielo y al infierno a la vez. Ni ser buenos y malos de forma simultánea. Debemos reafirmar nuestros principios. Es hora de que como sociedad tomemos la decisión de SER. De asumir un compromiso con aquello que es correcto, con la libertad en todas sus dimensiones, con la vida desde la concepción hasta su natural fin, con la familia como fundamento de la sociedad, con el derecho de los padres a criar y educar a sus hijos de acuerdo con sus valores sin el adoctrinamiento estatista, socialista, globalista, comunista y woke; con la reducción de la burocracia y de los impuestos, con la abolición del control y del intervencionismo estatal en los sistemas productivos en apego al respeto por el proyecto de vida de los demás lo que, por supuesto, incluye la defensa de la propiedad privada, de nuestros niños y de aquellas poblaciones realmente vulnerables y no de aquellas que se victimizan con fines político-económicos, de defender nuestra tradición y soberanía nacional por encima de la injerencia de agendas y organizaciones supranacionales que buscan imponernos sus conceptos, procedimientos y planes los cuales no están de acuerdo con nuestros valores y principios. Escoger ser, o no ser, o ser solapado, es una elección y una decisión personal. Sin embargo, los que son, son los que cambian la historia, son los que producen resultados, son los que transforman y elevan la sociedad y sin duda son los que construyen un legado. Por supuesto, esto exigirá un compromiso que posiblemente representará, eventualmente, un sacrificio, pero a menos que usted esté dispuesto a tomar una postura definida, clara y manifiesta y decida dejar de ser parte del montón, seguirá siendo cómplice de aquellos que se aprovechan de su silencio para seguir imponiendo sus agendas.