La solidaridad cristiana vs la solidaridad del Gobierno

José Joaquín FernándezJosé Joaquín Fernández

Por: José Joaquín Fernández. Miembro de la Mont Pelerin Society.

La solidaridad es uno de los valores fundamentales del ser humano. Sin ella, la existencia en sociedad carece de sentido.

Como miembro, desde 1983, de la Orden Franciscana Seglar, siempre me he preguntado cómo entiende la solidaridad el cristiano y deseo compartir algunas reflexiones al respecto Para ello me remito a la parábola del joven rico que encontramos en tres de los evangelios del Nuevo Testamento (Mt 19: 16-22; Mc 10: 17-22; y Lc 18: 18:23). En ella, Jesús le responde a un joven rico quien le pregunta qué debe hacer para tener por herencia vida eterna. Jesús le responde que debe cumplir con los mandamientos y que, si además, desea tener un tesoro en el cielo, “ … vende cuanto tienes y dáselo a los pobres”. Cuentan los evangelios que el joven rico se marchó triste porque no quería deshacerse de sus bienes.

En esta narración Jesús nos enseña una lección fundamental sobre la solidaridad que muchas veces pasamos por alto: la solidaridad debe ser voluntaria. Cuando el joven rico se marcha, Jesús no se fue detrás de el a exigirle que fuera solidario. Jesús no lo obligó a vender sus bienes y a que distribuyera entre los pobres el producto de la venta. Jesús, quién siempre tuvo presente a los más pobres y oprimidos, no usó la coerción para detener al joven rico y forzarlo a ser solidario. Todo lo contrario, Jesús dejó al joven rico irse libremente porque Dios hizo al ser humano libre y, en esta parábola, Jesús respeta el libre albedrío del joven rico. La solidaridad no puede, ni debe imponerse.

Solo cuando alguien se solidariza de manera libre y voluntaria es que se considera un acto cristiano y moralmente válido. Jesús y sus discípulos pudieron amenazar con una daga al joven rico y obligarlo a despojarse de sus bienes pero eso no sería moral, ni ético, ni cristiano. Si Jesús hubiera usado la fuerza para despojar al joven rico de sus bienes, eso lo llamaríamos robo. El robo existe aún si el delincuente tuviera la buena intención de ser solidario con los más necesitados con la totalidad de los bienes sustraídos de manera violenta. Es decir, no importa el uso que el antisocial haga con los bienes robados, la apropiación de los bienes ajenos por medio de la coerción es inmoral. No hay discusión que, para el cristiano, el uso de la fuerza es inaceptable para obligar a terceros a practicar la solidaridad.

La historia del joven rico nos enseña que la solidaridad es despojarnos voluntariamente, sin coerción, de nuestros bienes para compartirlo con los más necesitados. Sin embargo, el accionar del Gobierno viola totalmente este principio cristiano porque todo programa social del Gobierno se financia con impuestos y éstos, son obtenidos, por medio de la coerción y el uso de la fuerza. Dado que todo impuesto es obtenido por medio de la violencia, no es solidario el actuar del político que financia programas y ministerios con recursos que no son obtenidos de manera honesta. La coerción no es buena y tampoco es virtud cristiana.

Lea: ¡Arriba las manos! Vengo a cobrar impuestos.

Si el financiamiento del gasto social y “solidario” es anticristiano porque se realiza con impuestos, ¿significa eso que los pobres quedarán desamparados sin gasto “social”? ¿Es posible lograr justicia social sin programas sociales gubernamentales financiados con impuestos? La respuesta es que sí es posible. Según el informe, “Libertad económica: reporte mundial”, -elaborado por el Fraser Institute de Canadá-, el 10% de la población más pobre que vive en los países donde se vive mayor libertad económica, casi duplica el nivel de ingreso promedio que tienen los países que menos respetan la libertad económica en el mundo. Es decir, la pobreza se resuelve de manera efectiva con libertad económica, y no con programas sociales. Estos últimos no vienen más que ser un pretexto, no para sacar adelante a los más necesitados, sino para alimentar con gollerías a la clase política y a la burocracia.

Cuando la Madre Teresa inició su misión, llevaba consigo sólo tres monedas, las cuales entregó al primer indigente que se encontró. La Madre Teresa entregó sus bienes, no los del prójimo ni obligó nunca a nadie a ser caritativo. Las Hermanas de la Caridad atienen a decenas de miles de personas todos los días, al igual de cientos de organizaciones privadas en todo el mundo.

El caso de Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz en el 2006, y su concepto de empresa social es otro ejemplo de solidaridad que respeta el libre albedrío y la libertad individual. Años atrás, Yunus observa en Bangladesh, su país natal, que la tasa de interés que cobraban algunos empresarios eran excesivamente altas y no permiten al pobre ni ahorrar ni a salir de su condición de miseria. Sin embargo, Yunus no propone una banca estatal, ni un programa social, ni una banca de desarrollo, sino que crea el Grameen Bank, el cual es un banco privado que ofrece crédito a los pobres bajo condiciones favorables y en alianza con ellos. A la fecha, Yunus ha creado más de 20 empresas en todos los sectores incluyendo alimentos y telecomunicaciones. Él funda algunas de sus empresas en los barrios marginados para darles trabajo a los más pobres y realiza alianzas estratégicas con empresas transnacionales para crear productos a bajo precio que sean accesibles a los pobres pero sin disminuir la calidad de los mismos. Propongo que el político interesado en la solidaridad social siga el ejemplo de la Madre Teresa o de Muhammad Yunus.

Lea: Yunus y su concepto de empresa social.

Es bueno y loable que el político desee ser solidario, pero la solidaridad exige que lo haga con recursos propios. No es incorrecto que un político desee que los pobres tengan acceso al crédito bajo condiciones favorables. Lo que es inmoral es que nos obligue por la fuerza de la ley a financiar bancos públicos que operan en mercados cautivos que limitan la libre competencia. No está mal que el político se preocupe por el acceso universal a servicios médicos. Lo que es incorrecto es que lo haga por medio de una empresa gubernamental y no por medio de una empresa al estilo de Yunus. Lo que sucede es que el político, la burocracia y los sindicalistas viven, sin ánimo de ofender, como parásitos a costa de los impuestos y usan un discurso demagógico de “solidaridad”, no para ayudar a los pobres, sino para engrandecer sus privilegios y aumentar sus gollerías. Prueba de ello es que si tan solo una fracción de los impuestos se destinara directamente a los más necesitados, no habría pobres.

Tanto el Estado Benefactor como el socialismo del siglo XXI, al fundarse en la coerción, violan el principio de libre albedrio y el principio de solidaridad cristiana. ¿Por qué el político, en vez de recaudar cientos de millones para financiar una campaña electoral, no lo hace para fundar un programa privado tal y como lo hizo la Madre Teresa o para crear una empresa social como lo hace Yunus?

En resumen, la solidaridad cristina impone el respeto al libre albedrio. Sólo bajo libertad económica se evita el uso de la coerción y resulta que aquellos países que respetan la libertad económica tienen menos pobreza que aquellos que la violan. El principio de libre albedrio y libertad económica son consistentes. Para ser solidarios y reducir la pobreza, necesitamos impulsar políticas de libertad económica y complementarlo, no con socialismo, sino siguiendo el ejemplo de la madre Teresa y Muhammad Yunus.


Publicado el 25/DIC/2015 en el diario La Prensa Libre (Costa Rica)