Muchos filósofos han dicho que el principio de libertad de expresión conlleva, de manera implícita, una licencia para ofender. De lo contrario, no sería verdadera libertad de expresión. Por su parte, el principio de no agresión no permite la más mínima agresión “física” o fraude, de lo contrario, la violencia sería algo normal.
Así lo expresa muy bien el economista José Joaquín Fernández en su artículo “Sobre la libertad de expresión y el insulto” publicado en el periódico El Financiero el 30 de junio del 2018. Nos dice Fernández:
“La libertad de expresión es el derecho a decir lo que uno quiera, sin limitación alguna, a través de cualquier medio o forma de comunicación, sin ser sujeto a ser perseguido o acusado por ello. La libertad de expresión solo cobra sentido cuando permite que se digan cosas que no nos gustan o que quisiéramos que no se dijeran. Precisamente el valor de la libertad de expresión reside en poder decir lo que unos no quieren que se diga”.
“Es decir, la libertad de expresión pierde su razón de ser cuando solo se puede decir lo que los grupos en el poder, o los grupos de presión, deciden lo que es correcto y tienen el poder de castigar a quien diga lo contrario. No se necesita libertad de expresión para que unos digan lo que quieren escuchar terceros”.
“La libertad de expresión es un pilar de la democracia. Por eso es por lo que los tiranos, y quienes aspiran a la dictadura, buscan limitarla de la manera que sea. Sin el oxígeno de la libertad de expresión, la democracia muere rápidamente. Coartar la libertad de expresión es parte de principios fascistas donde es el gobernante quien decide qué leer, qué escribir y qué decir”.
“Uno de los portillos para limitar la libertad de expresión es considerar delito la difamación, las injurias, las calumnias, el uso de lenguaje ofensivo, o soez, e insultos. El problema de estos es que es muy subjetivo y depende del capricho de quien juzga”.
Aceptando estos principios como ciertos, me llena de preocupación el hecho de que, recientemente, he sido querellado por difamación contra el honor por parte del señor José Gerardo Corrales Brenes, por haberlo llamado “bateador y farsante” en una publicación en Facebook, a raíz de una publicación del periódico La República, donde el señor Corrales – en su calidad de experto – dice algo que, el mismo, tiene que saber que es falso.
Cuando a una persona la llaman “experto”, esta persona asume una responsabilidad ante el público de utilizar su conocimiento, de una manera veraz, por ende, basada en fundamentos científicos comprobados, y no, en opiniones.
Utilizar su influencia para empujar una agenda personal mercantilista, haciendo creer al público que, sus opiniones, son ciencia probada; lo descalifican, no solo como experto, sino, como profesional también.
El asunto se vuelve más sensible cuando, el “llamado experto”, es una figura pública, con conocidas aspiraciones políticas y en búsqueda de capital político para futuras elecciones. Utilizar su influencia como experto en estos casos lo convierte en un jugador más en el amplio espectro de la fábula política.
En un artículo periodístico titulado “¿Cuál debería ser el monto ideal del dólar para cuidar los empleos y no golpear a los deudores? Esto dicen los expertos”, con fecha del 18 de marzo del 2024, del periódico La República, el economista y aspirante a la presidencia de la República, Gerardo Corrales Brenes, afirma lo siguiente:
“Uno tiene que buscar un tipo de cambio neutral. Cuando el tipo de cambio estaba en ₡620, nadie hablaba del tipo de cambio. Cuando empezó a subir a ₡700, los deudores en dólares y que ganaban en colones empezaron a ponerse nerviosos y generaron alarma. Ahora que el tipo de cambio cae a ¢500, son los exportadores, los hoteleros y los productores locales quienes se ven enfrentados con las importaciones y reaccionan”.
En otras palabras, en su calidad de experto, el señor Corrales afirma que existe un tipo de cambio “neutro”, que no es el tipo de cambio de equilibrio, e insinúa que ese tipo de cambio es de ₡620 colones por dólar. Esto lo dice, claro está, sin prueba alguna ni matemática ni empírica.
Pero además, esta afirmación la hace contradiciéndose el mismo cuando, en un artículo con fecha del 6 de junio de 2022, en el periódico El mundo, y bajo el título “No hay que comer cuento el dólar no sube por culpa del Gobierno, explica Gerardo Corrales”, Corrales dice: “el dólar se mueve por oferta y demanda”.
Lo que Corrales dice en este artículo de El mundo se acerca más a lo aceptado por la ciencia económica y lo que ha dicho en el artículo de La República pareciera ser una ocurrencia sin fundamento científico.
Según lo expresa correctamente el economista José Joaquín Fernández en otro artículo también publicado en El Financiero: “[E]l precio de cualquier bien o servicio lo determina la oferta y la demanda y el dólar no es excepción”.
Esto concuerda con lo observado por el reconocido economista Murray Rothbard: “Los mercados son fluidos y cambiantes. El tipo de cambio fijado por el gobierno está condenado a ser demasiado alto o demasiado bajo, con problemas en ambos casos. La historia de los intentos por mantener unos tipos fijos de cambio por acuerdo internacional es una historia larga y rica de fracasos, ilustrando de nuevo que el poder del gobierno no es comparable a las incansables y despiadadas fuerzas del mercado”.
Pero si esto no fuera suficiente, la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica (BCCR) en una nota periodística publicada por el Diario Extra el 25 de mayo del 2024 titulado “No existe un tipo de cambio neutro ni en literatura ni en práctica” afirmó: “no existe dentro de la literatura ni en la práctica un tipo de cambio real neutro”. Esto lo manifestaron luego de que representantes de 14 agrupaciones empresariales entregaran al BCCR una solicitud para intervenir en el tipo de cambio con el fin de establecer un tipo de cambio real neutro.
Este criterio del BCCR está basada en la ciencia económica y en la evidencia empírica que da soporte al axioma de que, no existe un tipo de cambio neutro y que, cualquier conjetura que afirme lo contrario sería falaz.
Por todo lo expuesto, ¿cuál ha sido la motivación del economista Gerardo Corrales de utilizar su condición de “experto” para afirmar que sí existe un tipo de cambio neutro? No sabemos, pero, si sabemos que esta afirmación es falsa.