Por: José Joaquín Fernández. Miembro de la Mont Pelerin Society.
El pasado 29 de febrero del 2008, concluyó en Bruselas la segunda ronda de negociaciones del Acuerdo de Asociación entre Centroamérica y la Unión Europea (AACUE). El acuerdo consiste de tres procesos: Diálogo político, cooperación y libre comercio.
Un punto importante dentro del proceso de un tratado del libre comercio es que los europeos desean ver a Centroamérica como un solo mercado. Ellos no quieren introducir un producto en Guatemala y tener que pasar por varias aduanas más para venderlo finalmente en Costa Rica. Sin embargo, esto es una meta que los centroamericanos debemos alcanzar independientemente de cualquier acuerdo comercial. Si deseamos que nuestro sector productivo crezca y sea competitivo con el resto del mundo es necesario empezar por casa. Es fundamental que los bienes, servicios, capitales y factores centroamericanos puedan circular libremente dentro del área para aprovechar economías a escala. Es decir, no es lo mismo que una empresa costarricense se limita a vender dentro de Costa Rica a que disponga libremente de todo el mercado centroamericano.
Debemos recordar que todo este absurdo aduanero y fronterizo es un producto exclusivo de los gobiernos. ¿Acaso hay fronteras entre los cantones y provincias? ¿Acaso desde el espacio se ven fronteras? Para que Centroamérica sea un solo mercado, hay que eliminar muchas barreras al libre comercio interno. Algunas empresas se verán afectadas pero todos los consumidores se beneficiarían y en general la sociedad será mucho más próspera. El principio que debe imperar es que las empresas que requieren de proteccionismo son empresas que no merecen existir por cuanto viven de la explotación del consumidor. Una empresa que requiere de protección es porque no puede pagar sus costos mínimos (salarios, transferencia tecnológica, etc.) siendo así una carga social que perpetua la pobreza.
Como es costumbre, los sectores agrícolas están muy preocupados por los subsidios agrícolas que los productores europeos reciben. No hay nada que temer porque, por ejemplo, cuando en Europa un kilo de tomate cuesta varias veces más de lo que cuesta en Centroamérica no es posible imaginar a los europeos, por más subsidio, vendiendo en Centroamérica.
Pero, ¡ya basta de proteger a nuestro sector agrícola! En un estudio de Ricardo Monge y Julio Rosales de 1998, se demostró que la protección costarricense a los mal llamados productos “sensibles” significa un 40% del salario del 20% más pobre de los costarricenses. Precisamente porque la leche, el arroz, el azúcar, el pollo, etc son productos “sensibles” para la canasta básica de los sectores de menos recursos, es que se hace indispensable someterlos de inmediato a la más libre competencia. Y si algún insensato (el europeo por ejemplo) nos quiere regalar o subsidiar su producción habrá que ser muy tonto para no aprovecharse de la situación. ¿Quién de Uds. no se aprovecha de las ofertas y descuentos que hace el comercio en general?
Por eso llama la atención las declaraciones recientes en conferencia de prensa del presidente de Costa Rica Oscar Arias cuando llamó de hipocresía la política comercial de los europeos. “Los agricultores son muy poderosos políticamente y por eso logran enormes subsidios y una gran protección. Los europeos nunca han sido congruentes entre el discurso y la práctica. Hablan de libre comercio, pero protegen a sus agricultores, lo que demuestra una gran hipocresía”. Habrá que recordarle al señor Presidente el pasaje bíblico: “¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?” (Mt 7:3)
En Centroamérica existen muchas empresas ineficientes, pero el proteccionismo lejos de ser solución, agrava el problema. La solución está reconvertir nuestra producción ineficiente en productiva. En este sentido es importante resaltar que el AACUE contempla muchos millones de euros en cooperación donde Centroamérica debe lograr que su destino sea precisamente la transformación de nuestra producción ineficiente.
Los europeos tienen por costumbre plantear en su oferta de acceso a mercados cuatro canastas (A, B, C, y D) con plazos de desgravación de cero, tres, cinco y siete años respectivamente. Sin embargo, nuestros gobiernos plantearon y lograron en la segunda ronda la creación de seis canastas (A, B, C, D, E, F) con plazos de desgravación de cero, tres, cinco, siete, diez años plazo y un “cajón” especial “F”. No sabemos si esto fue un acto de absoluta irracionalidad o, siguiendo las enseñanzas de Oscar Arias, producto de un gobierno que cede ante las presiones de los grupos de presión económicamente interesados en el proteccionismo. ¿Por qué esta actitud de nuestros gobiernos de negar la realidad contundente –tanto teórica como empírica- de que el libre comercio es un motor del desarrollo económico?
El desarrollo económico es una conquista que resultan de las políticas económicas que apuntan a la libertad económica donde el libre comercio es un aspecto fundamental. A partir del próximo 14 de abril se celebrará en la III ronda de negociaciones en El Salvador. Aprovechemos la oportunidad para decirles a los europeos y a nuestros gobiernos: ¡Libre comercio ya!