Esta más que comprobado que las causas más relevantes de evasión fiscal son las tasas altas de impuestos, la dificultad para tributar y la percepción de despilfarro estatal que tiene la gente que trabaja y que no le gusta que le roben. Aun así, el énfasis del ministerio de Hacienda es perseguir, con nuevas tecnologías, a los empresarios. Para ello, el ministerio de Hacienda se endeuda más, para pagar estas nuevas formas de utilizar coerción para aumentar la recaudación.
Esta manera de pensar es altamente destructiva, dado que, la evasión fiscal – y su prima más destructiva – la elusión fiscal; aumentan cuando, las tasas impositivas y la complejidad fiscal son altas, y más, en sistemas donde los dineros extraídos de las economías se utilizan para cubrir gasto improductivo estatal y no para reinversión. Una realidad es que, los números que generalmente se dan sobre evasión fiscal, son números teóricos y raramente reflejan lo que realmente está disponible en la economía para ser extraídos por medio de más complejidad y más coerción fiscal. En la mayoría de los casos, mucha de esta evasión, significó la diferencia entre existir o dejar de existir para un negocio o empresa. Por eso cuando, la gente dice que el problema fiscal es un problema de evasión y no de gasto, hay que analizar si los números teóricos sobre evasión realmente reflejan la realidad económica o no son más bien un espejismo. Pero claro está, que la manera de darnos cuenta de cuál es la realidad, es estableciendo tasas más bajas y con más simplicidad en el cobro de impuestos, para que pagar impuestos sea algo que no convierta al individuo o empresario “generador de riqueza”, en un evasor natural.
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Si el problema del déficit fuera la evasión empresarial, muchas empresas estarían reinvirtiendo en los mercados para aprovechar la alta rentabilidad. Pero el caso es el opuesto, y la mayoría de las empresas no están haciendo grandes inversiones, por los altos costos de transacción que repercuten en una pérdida de competitividad generalizada.
Todo impuesto es una sustracción de riqueza de la economía. Pero desde el punto de vista de tasas, el problema es más complejo, dado que las tasas altas por encima de un 5%, comienza a tener un efecto regulatorio de mercados; y si son muy altas, tienden a convertir al ciudadano activo en un evasor, o aún peor, en un simple espectador económico. Costa Rica tiene todo tipo de tasas, y la mayoría son tan altas que desincentivan actividades económicas completas y promueven altos niveles de evasión fiscal. Las protecciones arancelarias selectivas altas, desincentivan actividades en la cadena superior de valor y generan incentivos perversos hacia un contrabando sistemático. Los impuestos indirectos altos como el IVA y consumo encarecen la vida misma al minar los factores originales de producción y la oferta general en los mercados. Los impuestos de renta altos, desincentivan la inversión; y si sumamos los impuestos a salarios y cargas sociales que tiene que pagar el empresario – además de todos los impuestos indirectos – esto reduce la competitividad de las empresas y genera desempleo. El impuesto a los dividendos es, sin duda alguna, una doble imposición, que desincentiva la inversión en empresas productivas. Los impuestos al ahorro son literalmente ilógicos porque desincentivan la acumulación de capital para ser utilizado por los mercados para nuevas inversiones.
Todos los seres humanos estamos negativamente sesgados en contra de que nos roben el dinero, y los impuestos, desde todo punto de vista, son procesados como robo por nuestra mente; pero aún más, si estos son altos o si es obvio que sus usos serán arbitrarios o dañinos.
Es por esta razón que, en lugar de estar hablando de nuevas maneras de persecución en contra de los ya escasos empresarios, deberíamos de estar pensando en maneras de incentivar la inversión, desregulando la economía, reduciendo el aparato estatal, y bajando impuestos depredadores.