A Uber se le defiende por un asunto ético: a ninguna persona se le debe coartar su libertad para trabajar y ganarse el pan con el sudor de su frente. Es inmoral que un gobierno limite la cantidad de personas que deseen abrir una pulpería, una panadería o trasportar personas. Defender a Uber es defender la libertad para trabajar y la libertad a escoger.
Si un ser humano no está violando la libertad individual de un tercero, no hay razón alguna para que el gobierno meta sus narices. Por tanto, si el usuario de Uber no se queja, ¡no hay nada que arreglar, no hay nada que regular!