Los grupos de presión están acabando con el país

José Joaquín FernándezJosé Joaquín Fernández

El único antídoto contra los grupos de presión es la libertad económica y la libre competencia.

Por: José Joaquín Fernández.

Los liberales creemos que los gobiernos juegan un papel esencial en el desarrollo económico. Sin embargo, cuando el Gobierno se excede en sus funciones, se convierte, sin lugar a dudas, en un obstáculo para el progreso. Uno de los grandes dilemas en el pensamiento político a través de los siglos es cómo evitar que el poder que se le entrega al gobierno para proteger las libertades individuales, no se use en contra del mismo pueblo. Este abuso de poder se manifiesta de muchas maneras, siendo una de ellas la existencia de políticas públicas que favorecen a los grupos de presión.

Cuando Frédéric Bastiat, filósofo francés del siglo XIX, denuncia en su ensayo El Estado que: “El Estado no es más que esa institución de la cual todos tratan de usarla con el fin de vivir a costa de todos los demás”, no estaba haciendo más que denunciar a los grupos de presión de su época.

En economía se le llama rent-seeking o buscadores de renta a los casos donde grupos de presión usan al Gobierno para obtener y mantener ingresos extraordinarios a costa del resto de la sociedad. En otras palabras, los buscadores de renta pretenden un incremento en sus ganancias, no como consecuencia de mejoras en la productividad, ni de mayor esfuerzo propio, sino a través del abuso hacia el contribuyente o el consumidor. Esto se logra por medio de la limitación a la libre competencia, la obtención de alguna transferencia directa o por medio de un subsidio. Como bien nos dijo Friedrich A. Hayek en el volumen III de su libro “Law, Legislation and Liberty”:

“Lo que no es generalmente aceptado es que los verdaderos explotadores en nuestra sociedad son … organizaciones … [que] operan principalmente a través de la presión que ejercen sobre el Gobierno para ‘regular’ el mercado según sus intereses. … [L]a organización de ciertos grandes grupos con el apoyo del Gobierno lleva a una explotación persistente de los grupos desorganizados e inorganizables …. A estos últimos pertenecen grupos tan importantes como los consumidores en general, los contribuyentes, los ancianos … Todos estos grupos están sujetos a sufrir del poder de los grupos organizados de interés”.

No es inmoral ni la creación de riqueza ni el afán de lucro. Lo que es incorrecto, y a lo que debemos oponernos, es a la obtención de ingresos extraordinarios como consecuencia de las políticas que promueven los grupos de presión y buscadores de rentas. Estas políticas están carcomiendo al país.

“Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, nos dice la Biblia en Génesis 3:19. No dice, “te ganarás el pan con el sudor del prójimo”. Dado que las políticas económicas que impulsan los grupos de presión explotan al consumidor y al contribuyente, es correcto afirmar que los ingresos extraordinarios se obtienen con el sudor del prójimo. Por tanto, es una injusticia privilegiar a los buscadores de rentas. ¡Estas prácticas deben ser erradicadas! Como bien decía el profeta Isaías (10:1-2): “Ay de los que dictan leyes inicuas y los que firman decretos vejatorios, atropellando el derecho de los pobres y haciendo del pueblo su botín”.

Tampoco debemos oponernos a la regulación como mecanismo para mejorar la eficiencia de los mercados libres. Sin embargo, es un hecho que la mayoría de la regulación existente tiene el propósito, no de mejorar el funcionamiento de la libre competencia, sino en restringirla para crear privilegios y favorecer así a grupos de presión.

En el caso particular de Costa Rica, vemos la acción de los grupos de presión en los monopolios creados por ley –como Recope-. En el caso del sector privado, vemos cómo el Gobierno ha creado privilegios en algunos sectores, por medio de la ley, con la existencia de Conarroz, Laica, los colegios profesionales, el sistema de transporte público y el proteccionismo. Otros sectores privados se benefician directamente por la existencia del monopolio de Fanal. También, en el sector público tenemos restricción de acceso a mercados que producen altos precios que afectan la productividad, como por ejemplo el monopsonio en la generación de electricidad que tiene el ICE y el privilegio que tiene la banca estatal sobre la privada y los privilegios de esta última sobre el resto de las entidades financieras. También vemos la denuncia de Bastiat en los pluses salariales, las convenciones colectivas, y todo lo que haga que el salario del empleado público supere al del sector privado. La burocracia es un grupo de presión que se manifiesta en un exceso de ministerios, instituciones y programas que no cumplen función social alguna. La existencia de las universidades estatales es otro ejemplo de la máxima de Bastiat al igual que la restricción de la libre oferta privada de educación superior que impone Conesup.

Adam Smith nos advertía sobre los grupos de presión en el sector privado cuando manifestó en su libro “La riqueza de las naciones” que rara vez los empresarios se reúnen, pero cuando lo hacen terminan en una confabulación en contra del pueblo para ver de qué manera pueden subir los precios.

En cualquier curso de principios de economía se aprende que cuando se limita o restringe la competencia, los resultados son precios más altos, menor calidad, menos variedad, peor distribución, y menor inversión. Los buscadores de rentas deben su existencia al tráfico de influencias. Es por eso que siempre que un Gobierno proteja a un sector o mercado, sea cual sea, habrá injusticia, corrupción y abuso económico, sin importar el Gobierno de turno ni las leyes vigentes.

El único antídoto contra las nefastas consecuencias, sean económicas o sociales, de los grupos de presión es la libre competencia y apertura de los mercados. Por definición, la libre competencia no favorece a ningún grupo de presión y, en ese sentido, promoverla puede contribuir enormemente a la paz social y al fortalecimiento de la democracia. Libre competencia es ausencia de privilegios, ausencia de monopolios y ausencia de mercados protegidos por ley, sea para el burócrata, el sindicalista, el político o el empresario. Solo en libre competencia prospera el innovador, quien se esfuerce más y trabaje mejor. Solo en libre competencia se respeta la libre elección del consumidor.

Libre competencia significa dejar de usar al Estado (Gobierno) como mecanismo para conseguir rentas extraordinarias que son injustas y abusivas. Así como son inseparables las dos caras de una moneda, debemos entender que los abusos, por ejemplo, de las empresas del sector público como el ICE, Recope y la banca estatal, son inseparables de su privilegio monopólico u oligopólico.

Lo paradójico es que, con libre competencia y libertad económica, todos podemos estar mejor. Los Índices de Libertad Económica -como el que elabora el Fraser Institute en Canadá o el que publica Heritage Foundation- han demostrado que los salarios son más altos en todos los niveles de ingreso en aquellos países donde ser respeta más este principio de libre competencia y libertad económica. Estos informes concluyen que el 10% de la población más pobre que vive en los países donde se vive mayor libertad económica, casi duplica el nivel de ingreso promedio que tienen los países que menos respetan la libertad económica en el mundo. Los países que encabezan la libertad económica son: Hong Kong, Singapur, Nueva Zelandia, Suiza, Canadá y Chile. En los últimos lugares aparecen Venezuela, República del Congo, Zimbabue, Chad, Algeria e Irán.