Por: José Joaquín Fernández.
La Gran Depresión de los EE.UU., que empezó en 1929, fue nefasta para ese país. El “martes negro” -29 de octubre de 1929- el índice Dow Jones cayó en un solo día de 261 a 230. El índice siguió cayendo hasta llegar a 50 en 1933. Para esa fecha, la producción había caído un 30 por ciento con relación a su nivel previo a la crisis. En noviembre de 1934, el desempleo había alcanzado un 23 por ciento. Esta crisis duró unos diez años y no fue sino hasta 1940 que la economía de los EE.UU. empezó a recuperarse.
La teoría cuantitativa, la teoría monetaria del momento, argumentaba que un exceso de la oferta monetaria más allá del necesario para mantener precios estables, se traduce en inflación, en un boom artificial de corto plazo y, en el peor de los casos, en burbujas financieras. Por otra parte, esta misma teoría argumenta que una contracción de la oferta monetaria crea deflación y recesión en el corto plazo. Por lo tanto, ante la deflación que vino acompañada de depresión de la década de 1930, la teoría cuantitativa recomendaba acelerar la tasa de crecimiento de la oferta monetaria hasta el punto de estabilizar los precios. La expansión de la liquidez detendría la caída de los precios y se traduciría en un aumento de la oferta crediticia, lo cual produce un descenso en la tasa de interés y con ello se estimula el crecimiento de la inversión y el empleo. La teoría cuantitativa solo recomienda expansión de la oferta monetaria en caso de deflación.
En la década de 1920 y 1930, no existían estadísticas económicas y se creía que la Reserva Federal de los EE.UU. (FED), siguiendo la recomendación de la teoría cuantitativa, estuvo inyectando liquidez con el fin de acabar con la crisis económica. Sin embargo, a pesar de las políticas de la FED, la crisis se extendió por más de una década. Se culpó a los mercados libres y al capitalismo de la Gran Depresión pero no había teoría económica que explicara las fallas del mercado ni el por qué la supuesta expansión de la oferta monetaria de la FED no rescató a los EEUU de la crisis. ¿Cuál fue el error de la teoría cuantitativa?
En 1936, Keynes publica la obra The General Theory of Employment, Interest, and Money (Teoría general del empleo, el interés y el dinero) donde argumenta que las crisis se originan en fallas del mercado porque hay situaciones en donde no se cumple la Ley de Say; es decir, a veces la demanda agregada (total) es inferior a la oferta agregada (total) y esta diferencia es la que origina la crisis. Según Keynes, es necesario aumentar la demanda agregada hasta que llegue al nivel de la oferta agregada para restaurar el equilibrio y el pleno empleo. En aquel entonces, la política monetaria era el instrumento por excelencia para “estimular” la demanda agregada. La política fiscal era un instrumento desdeñable.
Lo novedoso de Keynes fue su argumentación en favor del uso de la política fiscal para salir de ciertas crisis. Decía Keynes en la Teoría general que hay situaciones donde una expansión de la oferta monetaria no puede restaurar el faltante de la demanda agregada. Esto sucede cuando la tasa de interés del mercado es “muy baja” y cercana a cero. En estos casos, una expansión de la oferta monetaria no puede estimular ni la inversión ni el empleo porque no es posible que la tasa de interés siga bajando. Esto se conoce como la “trampa de la liquidez”. Por tanto, Keynes argumenta que en los casos donde se presente la trampa de la liquidez, es necesario suplir el faltante de demanda con incremento en el gasto público financiado con emisión monetaria. La Teoría General justificó un crecimiento del gasto público y regulaciones en la economía sin precedentes.
Como dijo James Buchanan en el libro Democracy in Deficit (p.44): “La elevación Keynesiana del presupuesto a su posición de instrumento dominante para la política macroeconómica, acompañada de la relegación paralela de política monetaria a un papel secundario, se basó, en gran parte, en la supuesta presencia de la trampa de la liquidez durante periodos de una profunda depresión”.
Milton Friedman y otros economistas argumentaron que la teoría keynesiana tenía errores teóricos fundamentales. Básicamente, Keynes confundió variables reales con nominales. Igual hizo al confundir variables dependientes con independientes; es decir, se le criticaba a Keynes que ponía “el carruaje delante de los caballos” y que mezclaba efectos de corto plazo con el largo plazo. Los economistas sabemos que en general las políticas macroeconómicas tienen efectos distintos tanto en el corto, como en el largo plazo. Cuando a Keynes se le preguntaba por las consecuencias a largo plazo de sus recomendaciones, el eludía la respuesta diciendo que “en el largo plazo todos estaremos muertos”. Friedman explica muy bien estos errores teóricos de Keynes en su obra Price Theory (Teoría de precios). Por ejemplo, durante un periodo deflacionario (caída de los precios) una tasa de interés nominal de “cero” en realidad es una tasa de interés positiva en términos reales. Para Keynes, una tasa de interés nominal de cero es también una tasa de interés real de cero.
Sin embargo, Milton Friedman, fue más allá de la argumentación teórica y reunió evidencia empírica masiva e impresionante que publicó en el libro titulado, escrito junto con Anna Schwartz, A Monetary History of the United States 1867-1960 (Historia monetaria de los Estados Unidos, 1867-1960). Recordemos que Keynes culpó a las fallas del mercado y a la teoría cuantitativa de la Gran Depresión porque se creía que la FED estuvo aumentando la oferta monetaria durante ese periodo. En esta publicación, Friedman demuestra que durante el periodo de 1929 a 1933 la oferta monetaria de los EEUU, contrario a lo que Keynes y el público creían, se había contraído (no expandido) en un tercio. Según la Teoría cuantitativa, una contracción de la oferta monetaria de esa magnitud produciría todos los fenómenos vistos durante la Gran Depresión. En otras palabras, Friedman demuestra, tanto con teoría como con evidencia empírica, que no existe tal cosa como una insuficiencia de la demanda agregada y que la Gran Depresión de los EE.UU. fue causada, no por fallas del mercado, sino por el mismo Gobierno de los EE.UU. a través de la FED. Friedman demostró que la Gran Depresión había sido un fracaso del Gobierno y de la recién creada FED. Dado que no existe tal cosa como insuficiencia de la demanda, un aumento del gasto público financiado con emisión monetaria solo se traduciría en inflación y en una redistribución del ingreso en favor del burócrata a costa del sector privado.
¿Cómo saber si Friedman tenía razón? Simplemente observando si el cumplimiento de los pronósticos. La teoría prekeynesiana asumía presupuestos equilibrados en el largo plazo, con déficits en periodos de guerra compensados con superávits en periodos de paz. Por su parte, la teoría keynesiana justifica los déficits presupuestarios permanentes como manera de “estimular” la economía para suplir la insuficiencia de la demanda causada por las fallas del mercado. A pesar de que Keynes escribió su obra en 1936, no fue sino a partir de la década de 1960 que los gobiernos empezaron a abandonar la idea de presupuestos equilibrados en el largo plazo y lo sustituyeron por déficits permanentes. Según manifestaba Friedman en la década de 1960, las políticas de “estímulo” keynesianas se traducirían en estanflación; es decir, más inflación acompañada de mayores tasas de desempleo y menores tasas de crecimiento. Según la teoría keynesiana, expresada en la “Curva de Phillips”, una economía puede escoger entre menores tasas de desempleo (mayor crecimiento) a costa de una mayor inflación o bien, una menor inflación a cambio de mayores tasas de desempleo. Para la teoría keynesiana, es imposible la estanflación. En la década de 1970, se cumplió el pronóstico de Friedman, exponiendo y revelando el fracaso de las ideas expuestas en la “Teoría general” de Keynes.
Si está demostrado que Keynes está equivocado tanto desde el punto de vista teórico, empírico, y de su capacidad de pronóstico, ¿por qué se siguen recetando sus políticas de “estímulo”? La respuesta la podemos encontrar quizá en la corrupción de los políticos y burócratas que usan a Keynes para justificar un gasto público creciente y endeudamientos astronómicos. Con las políticas keynesianas de estímulo, los políticos pueden justificar el pago de favor político a los grupos de presión que los llevaron al poder. El legado de Keynes de gasto público creciente favorece a los políticos populistas y a quienes impulsan un estado “benefactor”, socialdemócrata o socialista.
Otro de los grandes legados de Milton Friedman es recordarnos que la “inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”; es decir, solo un aumento de la oferta monetaria que supere el crecimiento de la producción puede crear inflación. Esta idea de Friedman, es contraria a la creencia popular que la inflación es consecuencia del empuje de costos como, por ejemplo, las variaciones del precio del petróleo, el fenómeno de El Niño, la devaluación, etc. Si la inflación es un fenómeno monetario, entonces también es un error creer que el empuje de la demanda agregada, como por ejemplo el déficit fiscal, puede crear inflación. La evidencia empírica en todo el mundo confirma que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario.
Para entender qué causa la inflación, tomemos un ejemplo. ¿Qué pasa con el precio de las papas cuando aumenta su demanda? El precio sube. ¿Qué pasa con el precio de un producto cuando en el mercado existe un exceso de oferta? El precio cae. Así como el precio de cualquier bien o producto viene determinado por su oferta y demanda, de igual manera el precio del dinero -es decir, su poder de compra- viene determinado, también, por su oferta y demanda. Por tanto, el único responsable del aumento de los precios en cualquier país del mundo es el banco central de su país respectivo, porque el instituto emisor es quien tiene el monopolio de la emisión de dinero. No hay nada que impida a un banco central ajustar la oferta monetaria a la demanda de dinero. Por tanto, un banco central cualquiera se puede fijar la meta de inflación que se le antoje y cumplirla; sea -5%, 0% ó 30%.
Si la hipótesis keynesiana fuera cierta de que el estancamiento y la depresión obedecen a una insuficiencia de la demanda, no se podría cumplir el principio de que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Cuando se afirma que una duplicación en la oferta monetaria se traduce en una duplicación de los precios, no solo afirmamos la neutralidad del dinero sino la también la inefectividad de la política monetaria como “estímulo” económico. Cuando Keynes ataca la Ley de Say, está negando la neutralidad del dinero y está afirmando que se puede incrementar la oferta monetaria para “estimular” el empleo y la producción, siempre y cuando exista estancamiento o depresión causado por una insuficiencia de la demanda agregada.
Según Friedman, y la evidencia empírica así lo ha confirmado en todo el mundo, la inflación no es ningún estímulo para la producción. Por el contrario, la estabilidad de precios -inflación nula o cero- es el mejor estímulo para un sano y sostenido crecimiento económico.
Tuve la oportunidad de conocerlo, si mal no recuerdo, en el año 2002 en San Francisco, California. En esa ocasión, Milton Friedman criticó a la FED, que en ese momento recién iniciaba una política de “estímulo”, siguiendo recetas keynesianas. Friedman argumentaba que la expansión de la oferta monetaria de la FED, eventualmente, se traduciría en recesión, contracción económica y desempleo. Su pronóstico se cumplió en el 2008.
Escribir sobre el legado de Milton Friedman tomaría un libro. No solo fue un economista sino un defensor de la libertad individual. Milton Friedman fue galardonado con el Premio Nobel en Economía en 1976, enseñó en la Universidad de Chicago durante 30 años hasta 1976. Luego pasó al Hoover Institution, en la Universidad de Stanford hasta su muerte. Escribió una columna en la revista “Newsweek” por 18 años, publicó libros que se venden por millones, escribió cientos de artículos en medios como “Wall Street Journal”, “New York Times Magazine”, y efectuó innumerables entrevistas, discursos, y debates en el mundo entero. Murió el 16 de noviembre del 2006 y nació un día como hoy, el 31 de julio de 1912.
Publicado el 31/JUL/2015 en el diario La Prensa Libre (Costa Rica)
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