No hay neutralidad en el dinero.

Andrés Ignacio PozueloAndrés Pozuelo

El tipo de cambio neutral no existe porque el dinero nunca es neutro.

Digamos que no existe el dinero y en una economía de trueque se pueden intercambiar dos manzanas por tres naranjas, de acuerdo con la cantidad de manzanas y naranjas disponibles para intercambiar.

Pero se viene una plaga sobre las naranjas y se crea escasez. Entonces la cantidad disponible de naranjas se reduce y ahora se requieren tres manzanas para intercambiar por dos naranjas.

En este caso hipotético la información de valor es clara y hace que los productores de naranjas mejoren sus técnicas para producir más. Si cada productor actúa de acuerdo con la información obtenida de ese trueque ningún productor sufrirá por mucho tiempo y no se crearán economías de escasez graves.

Pero dado que el dinero surgió como medio de intercambio para resolver problemas implícitos en el trueque a gran escala, y el dinero si es fácil de producir sin agregar valor, es conveniente que la oferta monetaria sea la adecuada para no crear problemas de información.

Los cambios en la oferta monetaria no pueden ser neutrales

Según el economista Frank Shostak, del Instituto Mises, cuando se inyecta dinero nuevo, siempre hay unos primeros receptores del dinero recién inyectado que se benefician de esta inyección. Los primeros receptores, con más dinero a su disposición, pueden ahora adquirir una mayor cantidad de bienes, mientras que los precios de estos bienes siguen siendo los mismos.

A medida que el dinero empieza a circular, los precios de los bienes empiezan a subir. En consecuencia, los receptores tardíos se benefician en menor medida de las inyecciones monetarias o incluso pueden encontrarse con que la mayoría de los precios han subido tanto que ahora pueden permitirse menos bienes.

Los aumentos de la oferta monetaria conducen a una redistribución de la riqueza real desde los receptores posteriores, o no receptores del dinero, hacia los receptores anteriores. Obviamente, este cambio en la riqueza real altera la demanda de bienes y servicios de los individuos y, a su vez, altera los precios relativos de los bienes y servicios.

Los aumentos de la oferta monetaria ponen en marcha una nueva dinámica que da lugar a cambios en la demanda de bienes y servicios y a cambios en sus precios relativos. Por lo tanto, los aumentos de la oferta monetaria no pueden ser neutrales en lo que respecta a los precios relativos de los bienes.

El cambio en las demandas relativas se debe a la desviación de la riqueza real de los últimos receptores de dinero a los primeros. Este cambio en las demandas relativas no puede mantenerse sin un aumento continuo de la tasa de crecimiento de la oferta monetaria. Una vez que la tasa de crecimiento de la oferta monetaria se ralentiza o disminuye del todo, varias actividades que surgieron a raíz de este aumento de la oferta monetaria se ven sometidas a una presión a la baja.

De ello se deduce que un aumento de la tasa de crecimiento de la oferta monetaria da lugar a cambios en los precios relativos, que ponen en marcha una estructura de producción insostenible. El resultado de todo esto va a ser la mala asignación de recursos y el empobrecimiento económico.