Las guerras comerciales se dan por una ignorancia total de las bondades del libre comercio.
Es un hecho que el proteccionismo que otorga un país, lo hace en contra de sus propios consumidores, y no en contra de los productores de otros países. Criticar el proteccionismo o subsidios de otra nación es totalmente inútil, dado que es una decisión soberana la de empobrecer a sus ciudadanos a base de aranceles o impuestos altos a la producción o al consumo.
Un país con fronteras totalmente abiertas siempre será más próspero que un país con fronteras cerradas, porque desde el punto de vista de producción y de consumo, lograra utilizar sus recursos, tanto naturales, así como humanos y financieros, más eficientemente.
Lea: La magia y el misterio del comercio
La inversión tendera a fluir más hacia países abiertos, porque los empresarios podrán comprar materias primas y productos intermedios de bajo valor agregado, de cualquier parte del mundo y a los mejores precios, para transformarlas en productos de alto valor agregado.
Los consumidores finales, lograran aumentar su bienestar, al lograr emplearse en industrias de alto valor agregado y mejor remunerados, y a la vez poder comprar productos finales variados, de acuerdo a sus preferencias, de cualquier parte del mundo.
Además, el beneficio del comercio no está en un simple intercambio de objetos, sino en el intercambio de información y conocimiento, que permite aumentar la productividad y el bienestar – vía innovación – al aumentar las posibilidades combinatorias.